Hace un rato he vuelto a casa después de asistir en el Teatro Principal a la primera función de la obra que da título a esta entrada, Misterioso asesinato en Manhattan, incluida en la 4º Edición del Jaja Festival (mi agradecimiento a la Fundación Candil por su empeño). En conclusión he sacado dos cosas claras como la vida misma: la primera, sentirme satisfecho por la representación de Beatriz Santana y Enrique San Francisco, que justifican el pago de una entrada, y la segunda, que estúpidos hay en todas partes, teatros incluidos. Respecto a la primera de las conclusiones, la actuación ha sido magnífica a pesar de los pesares. ¿Los pesares? Sí, no sé si por la acústica del propio teatro o porque el escenario estaba distribuido en dos mitades, las voces de los actores no llegaban en plenitud a los espectadores, al menos a la localidad que yo acostumbro a ocupar en el último piso, el gallinero. ¿Otro pesar? La característica voz de Enrique San Francisco no la he podido apreciar no solo por su tono sino porque una parte de los espectadores asistentes, en el momento que comenzaba a interpretar, a cada gesto, comenzaban a reir indiscriminadamente sin permitir que el resto nos enteráramos de la mitad de sus diálogos. Mediocres espectadores de broma, no de teatro. Entre las risitas a destiempo, las tosecitas, los comentarios por lo bajini intentando interpretar los diálogos que otros no dejaban escuchar, la abuela sorda de mi derecha, los móviles que vibran y el hecho de llegar tarde y molestar a más de la mitad de la fila, es para mandar a cierto sitio a alguno, eso sí, con humor, ¿eh? La segunda conclusión, la del estúpido, hace referencia a un torpe espectador de la tercera fila de la Central de Anfiteatro, en el 4º Piso, que tenía justo a mi izquierda, en la fila de abajo, que los últimos quince minutos de la representación se los ha pasado respondiendo a los mensajitos del teléfono móvil que se enviaba con alguien del exterior, espero, aunque por su denostada estupidez, he llegado a pensar que alguien le interpretaba los diálogos desde dentro del propio teatro. La luz de la pantalla me deslumbraba y me despistaba, no conseguía centrar mi atención en el escenario. ¡A la mierda el punto final de la acción dramática! Por primera vez, he tenido el pensamiento de enviar al patio de butacas, desde lo alto, el móvil que se encendía cada dos minutos y detrás al veintiañero del dueño, al muy cabrón. Ese arrebato de montar bronca al más puro estilo valleinclaniano y de estrangularle el cuello, afortunadamente, he podido mitigarlo gracias a mi autocontrol y los consejos de mi psiquiatra, no por falta de ganas, en verdad. Respeto hacia los demás y más educación es lo que se necesita. ¿Quizás me estoy haciendo viejo? 35 años cumplo el próximo miércoles, Primero de Octubre....
jueves, 25 de septiembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Sí que te haces viejo, sí...
Lo que tienes que hacer, carlos, es gastarte las perricas y ponerte en patio de butacas...
Publicar un comentario